«Después de unos 12 años llevando bocadillos y comida caliente al poblado marginal de Valdemingómez, hablando con las personas drogadictas y con todas aquellas que pasaban la noche de los viernes con nosotros, comenzamos a ver que algunas de ellas empezaban a dejar la droga y que necesitaban una mano amiga que les ayudase a retomar su vida». Jesús de Alba es uno de los iniciadores y organizadores de Bocatas, un grupo de amigos que comenzaron, hace ya 20 años, llevando un bocadillo a los más desfavorecidos. Habían visto la necesidad que estos tenían, más que de comer, de un amigo con el que hablar.
En el mes de septiembre, el grupo de amigos de Bocatas recibió la visita de monseñor Osoro, arzobispo de Madrid. Durante la misma, Jesús tuvo una conversación con el prelado en la que se planteó la posibilidad de crear una casa para aquellos que dejan la droga pero que no tienen ningún apoyo que les ayude a salir de la situación marginal en la que se encuentran debido a las secuelas que deja el haber sido drogadicto. «Es cierto que en la sociedad hay bastantes recursos dedicados a curar las adicciones físicas, pero hay un gran agujero después de esto y esta gente se siente sola. Sale a las ciudades y está más sola que la una porque vive en un mundo marginal. Nosotros ofrecemos una amistad y eso es lo que les hace reinsertarse en la sociedad», explica el organizador.
Sin prisa, pero sin pausa
El proyecto de la casa ya se ha puesto en marcha, pero Jesús asegura que no es algo que tenga que salir por empeño suyo, sino que «si es una obra de Dios, saldrá sola adelante, igual que Bocatas». De momento, José Luis Segovia, vicario episcopal de Pastoral Social e Innovación, está colaborando activamente con ellos para buscar un inmueble para tal fin. Además, amigos de Bocatas han comenzado ya a ofrecerse para colaborar como trabajadores sociales, voluntarios o haciendo donaciones. El nombre con el que se bautizaría a este hogar es Casa Abad Menás, que viene del icono copto del siglo VI donde aparece el abad Menás y Cristo abrazándole por detrás, símbolo de la amistad.
«¿Quieres un bocadillo?»
Bocatas nació a partir de un grupo de tres amigos en una parroquia del barrio de Bernabeu. Todos los viernes llevaban comida a los pobres de la zona y charlaban con ellos. Cuando el trabajo en esta zona se acabó, se desplazaron al poblado marginal de Barranquillas, hoy Valdemingómez, uno de los más grandes de Europa, también llamado en los medios de comunicación como «el supermercado de la droga», dado el alto índice de drogadictos que vivían y viven allí. Para entonces ya contaban con una veintena de voluntarios más.
El primer viernes que llegaron al barrio marginal, el grupo de amigos se quedó a la entrada, un poco bloqueado. «¿Qué hacemos?», preguntó uno de ellos a Jesús. Éste, cogió un bocadillo y se lo ofreció a una persona que pasaba por allí. «¿Quieres un bocadillo?», le dijo. «Sí», respondió el otro. Jesús se presentó y le dijo que iban a estar por allí todos los viernes por la noche. «Así comenzó todo, y a raíz del boca a boca comenzó a venir más gente a por su bocadillo y a hablar con nosotros», cuenta De Alba.
Misterios sin resolver
Durante estos 20 años, mucha gente ha pasado por Bocatas. Unos como voluntarios, otros como usuarios, pero no ha habido un viernes en el que hayan faltado a la cita del bocadillo en Valdemingómez. Llueva o nieve. «Misteriosamente, nunca nos hemos sentido cansados para acudir los viernes, siempre hemos conservado la frescura como grupo de amigos que van sin obligación y gratuitamente. Hacemos tanto bien y nos hace tanto bien que creo que iríamos aunque no tuviésemos nada que llevar porque la amistad es lo que más ayuda a los marginados. Al final el problema que tienen no es tanto la droga, sino la soledad que sienten», explica el coordinador.
Y el trato con ellos acaba sorprendiendo. Jesús recuerda que se han encontrado todo tipo de situaciones, desde el drogadicto que trata de engañarlos para que le den dinero pero que luego en su tienda de campaña escucha en Radio María las catequesis de monseñor Munilla sobre el catecismo de la Iglesia, hasta un desertor ruso de la guerra de Chechenia que comparte anécdotas con un musulmán que estuvo en la misma guerra enviado por la Yihad. «El mapa político también está más que presente en los marginados», asegura de Alba.
La mayor riqueza
«El don más grande que nos ha dado Dios es que nos ha permitido, como grupo de amigos, conocer a cientos de personas a través de Bocatas –expresa Jesús–. Si alguien me preguntase por qué soy rico le diría que mi riqueza son todos los amigos que gracias a Bocatas tengo».