«Te ruego, Señor,
que me hagas gustar por el amor
lo que gusto por el conocimiento.
Hazme percibir a través del afecto
lo que percibo a través del intelecto […].
Atráeme por entero, Señor, a tu amor.
Todo lo que soy es tuyo por condición;
haz que lo sea también por amor.
Delante de ti, Señor, está mi corazón:
quiere, pero por sí mismo no puede;
haz Tú lo que él no puede.
Acógeme en la habitación de tu Amor.
Te pido, te busco y te llamo:
Tú que me haces pedir, haz que lo reciba;
Tú que me haces buscar, haz que encuentre;
Tú que enseñas a llamar, abre al que llama a la puerta»
San Anselmo de Canterbury (1033-1109), Meditatio III. Redemptionis humanae
«Fac precor, Domine, me gustare per amorem quod gusto per cognitionem. Sentiam per affectum quod sentio per intellectum […]. Trahe tu, Domine, in amorem tuum vel hoc ipsum totum. Totum quod sum tuum est conditione; fac totum tuum dilectione. Ecce, Domine, coram te est cor meum. Conatur, sed per se non potest; fac tu quod ipsum non potest. Admitte me intra cubiculum amoris tui. Peto, quaero, pulso. Qui me facis petere, fac accipere. Das quaerere, da invenire. Doces pulsare, aperi pulsanti»
(San Anselmo, Meditatio III. Redemptionis humanae; Obras Completas de San Anselmo, BAC, vol. 2, p. 440-441)