Escribe este artículo un grupo de amigos que colabora en un proyecto llamado Bocatas, nacido de la experiencia del movimiento eclesial Comunión y Liberación. Los viernes por la noche, dan de comer y beber a drogadictos y marginados de todo tipo, que acuden al gran supermercado de la droga en Madrid, las Barranquillas.

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¿Cómo no conmoverse frente a la foto de la primera página de los periódicos del 28 de diciembre? Inevitablemente, frente a hechos que nos desbordan, como el del maremoto en Asia, el corazón del hombre inicia una dinámica sui generis que empieza por un impacto y acaba preguntándose por el significado de estos hechos.

Sin embargo, todo este proceso que se genera puede ser censurado, pues enseguida uno se da cuenta de que no lo maneja, no lo controla, y eso va absolutamente en contra de la idea de hombre moderno que impera en la sociedad. Se extirpa al hombre la capacidad más humana que tiene, convirtiéndolo en un escéptico también para el resto de las cosas cotidianas en que consiste la vida.

Un ejemplo de esta mentalidad escéptica es la columna de Rosa Montero en El País del mismo día: «He aquí en lo que hemos convertido la Navidad: en la apoteosis de la demagogia, de la simulación y el sucedáneo… Uno crece y aprende a mentir a los demás y a engañarse a sí mismo. Y no sólo sumamos años individualmente: tengo la sensación de que también la sociedad ha envejecido y de que hoy el ruido, la farfolla, y el fingimiento navideños son más desmedidos que nunca».

Vittadini, un amigo italiano nuestro, en una conferencia, ante la provocación de una chavala de 15 años, que dijo: «Nuestra vida es inútil. Somos la masa informe», achacó estas palabras a esta ideología del fundamentalismo occidental, que niega aquello que el corazón siente, diciendo que no es verdadero. Ésta es, en el fondo, la verdadera dictadura, pues se censura el dato más original y humano.

En cualquier caso, todo este intento nunca nos sepulta definitivamente, como lo demuestra el hecho de que El País también saque en primera plana esta foto, como diciendo: «Señores, la vida es algo más que puro politiqueo e intereses de parte», o al final de la columna mencionada: «Aun así, conviene seguir mirando al cielo de cuando en cuando».

Para quien llegue a preguntarse por el significado de lo que sucede (se llame cristiano o no), la Navidad puede ser un inicio de respuesta. No es una idea la respuesta, sino el mismo Dios que se ha hecho uno de nosotros. Como ha dicho, en la pasada Nochebuena, Don Giussani, fundador del movimiento católico Comunión y Liberación, «en el recuerdo y la memoria de ese Hecho, el testimonio del Hijo de Dios emerge cada vez más fuerte y la impotencia del mal se convierte en la figura dominante de la Historia entera». Para renovar esta sociedad envejecida, Don Giuss propone: «Queda en manos del pueblo cristiano la apuesta del poder de Dios en el tiempo, y la oración a la Virgen de que se realice en toda circunstancia».

Estamos agradecidos a la Iglesia que dice, con la razón, la verdad de las cosas y de lo que sucede.

Grupo Bocatas, 29 de diciembre de 2004